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El blog de Enrique Pérez

Viajes

ATARDECE EN MADRID

ATARDECE EN MADRID

 

Perdón y mil veces perdón. He abandonado hasta hoy el blog que nació como una puerta de emergencia a mi desesperado  annus horribilis 2008.

Mis buenos amigos Gofi y Grosem me tendrán que comprender ya que son los únicos lectores de este espacio dedicado a mis miedos.

Miedos de soledad, de responsabilidad, de egocentrismo, de vanidad… En fin adjetivos que de una manera u otra creo que han definido parte de mi realidad y que a veces me persiguen como verdaderas flechas ardiendo.

Hoy, sentado en la puerta del Jardín Botánico de Madrid, en la Pza de Murillo con el  Museo del Prado a mi derecha (yo estuve en la cola de Velázquez en el 1990), la morriña y el querer comunicarme han hecho que abra el portátil y que empiece a dar vida al lienzo blanco de pixeles que se abre en la pantalla de mi Toshiba Harman.

Para mi son tiempos de incertidumbre, de ilusiones compartidas, de vivencias nuevas con mi hija Ona y con Rakel, con Laia y con Julia (son las que han cambiado mi vida y nunca sabré como agradecérselo)

Días de felicidad  y tensión, de altos y bajos (dientes de sierra en el argot empresarial).

Estar en Madrid desde ayer, con sol, con gente, con ansias de leer me hace renovar esa paz interior que creía desaparecida y esquiva en los últimos 12 meses. A mi labor profesional, la autentica excusa que me trae a Madrid, la acompaña  un best seller que me hace que los viajes en metro y tren sean agradables… y no me averguenzo. Stieg Larsson me está haciendo recobrar las ganas de muchas cosas aunque Los hombres si sepamos Amar a las Mujeres.

Coches, pájaros, sol una Mahon y yo  estamos pasando la tarde con  dos chicos de unos 16 años que pintan a lápiz la fachada del Prado y la escultura Murillo. Joder, no están en el Mc Donalds, ni en un grupo de rol que juega a ser ninjas en una sociedad dictatorial en la que una  mujerconliguerosytetasdegomamaspornoquelcopon sea la que les domina a todos y les hace pajearse. Yujuuuu, aún hay esperanza y días como hoy que hacen que merezca la pena las penurias de la hipoteca, la incertidumbre laboral y demás hostias.

He subido por la calle de Las Huertas hacia mi hotel, un precioso oasis tipo loft en el corazon del barrio Centro de Madrid, el denominado barrio de las letras. Me gusta sentir esa sensación nostálgica del viejo Madrid, de tardes en el Ateneo (lo tengo enfrente de mi ventana), en fin de intelectual trasnochado que me gusta y reconforta ya que hace que me identifique con una manera de vivir y de interpretar la vida maravillosa. Somos tres en este reducido club (je,je)

Me gusta sentirme así, lleno de vida y de esperanzas y poder contárselo a todos…